—No lo digo yo, lo dice Frank Frommer en su último libro “El pensamiento PowerPoint”: «PowerPoint nous rend stupides», y aunque te pueda sonar histriónico es verdad —me dijo Valdés enfadado consigo mismo, en la sala de descanso, a punto de servirse un café—, al final acabé leyendo el texto de cada una de las láminas, delante de toda la gente, como si estuviese recitando la guía de teléfonos; creo que a partir de la segunda diapositiva todo mi público en la reunión me abandonó.
—No cargues las tintas contra la herramienta Valdés, ella no es la culpable —le dije— al fin y al cabo este software para hacer presentaciones es un excelente apoyo para lograr que tu mensaje tenga un mayor impacto, la clave es saberlo utilizar; no se trata de llenar hojas de texto, de hacer sofisticados gráficos o de poner fotos llamativas.
—Ya Luis —me respondió en un tono frío—, pero ¿cómo hacer de este programa un buen aliado a la hora de hacer una presentación?
—Nada sustituye a una buena preparación —le dije—, la interiorización del mensaje es la clave, lo que proyectes en la pantalla ha de ser un sutil complemento. Se dice en broma que hay dos tipos de comunicadores —le confesé—, los que leen lo que dicen y los que te lo cuentan sin leer. Tenemos que saber que la gente no va a una presentación a ver una bonita sucesión de diapositivas; el público asiste porque quiere escuchar lo que les vas a decir. El PowerPoint no es la presentación en sí, es una mera sucesión de textos, dibujos y gráficos, y eso —permanecí un segundo en silencio para recuperar la mirada de sus ojos— nunca lo debes olvidar.
—Lo cierto es —me dijo antes de darle un último sorbo al café— que me sentí como aquel general del ejército de los Estados Unidos (al que hace referencia Frommer en su libro), intentando explicar una lámina que por lo compleja que era ni yo mismo tuve el tiempo de llegar a entender bien. Ahora comprendo que el Powerpoint —sentenció—, no nos hace estúpidos, lo estúpido es salir a hablar sin la suficiente preparación.
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Comunicación en Público 