Sus palabras parecían no tener vida, la expresión de su rostro no le acompañaba, sus ojos se perdían en los papeles que tenía apoyados en el estrado: estaba leyendo en voz alta. Había preparado su presentación y conocía bien a su público; pero su comunicación no verbal no le acompañaba, no utilizaba historias ni ejemplos reales y sus mensajes eran poco atractivos, al leer la voz no tenía fuerza y sus entonaciones carecían de energía.
Comenzamos a trabajar juntos unos días después de aquella convención nacional¸ yo como profesor de la habilidad de oratoria y él como director de una importante empresa nacional. A partir de aquel día se comprometió conmigo a preparar también la forma de sus intervenciones, a no leer nunca más y a darle una nueva luz a sus exposiciones. En pocos meses vi como sufrió una mágica trasformación.
Al arrancar tu presentación, le dije, lanza preguntas que capturen la atención del auditorio. Preséntales lo que les va a decir, sintetiza en tres o cuatro conceptos lo que quieres transmitir y utiliza algún elemento (video, imagen, poema, sonido, pregunta, historia…) que capture su interés. Los buenos comienzos impactan en la retina de tus oyentes, transmiten la fuerza del comunicador y predisponen al auditorio. Un buen comienzo ha de responder a dos preguntas: ¿Cuál es mi mensaje?, ¿de qué voy a hablar?; y a de encender la luz de una idea —tú única y gran idea— a través de una metáfora que te acompañe en todo el argumento.
Durante el cuerpo de tu charla, le expliqué, ponle un poco de suspense a tu exposición, utiliza algún recurso que complemente tus palabras (video, PowerPoint, imágenes, sonidos…), cuenta historias, pregunta, utiliza las pausas para dejar pensar a tu auditorio, haz que tu publico participe, busca ejemplos reales y prepara bien las preguntas que te pueden hacer. Enciende de nuevo la luz de tu metáfora: recuérdales la idea.
Cuando cierres tu exposición, le repetí en más de una ocasión, recuérdales siempre lo que les has dicho; muéstrales tus conclusiones, evoca la metáfora que te acompañó desde el comienzo y agradece sinceramente su atención.
Los faros en el mar tienen la fuerza de su luz para lanzar su mensaje a los barcos y destacar por encima de la niebla; nosotros en nuestras presentaciones tenemos la luz de las historias, las preguntas, las metáforas. Si conseguimos encenderla lograremos hacer más atractiva nuestra comunicación.
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