El miedo a hablar en público. Cómo superarlo.

—Me pongo nervioso cuando tengo que hablar en público, ¿cómo puedo superarlo? —me confesó dos días antes de hacer su presentación, en el receso del curso,  mientras tomábamos juntos un café— el miedo me paraliza, comienzo a sudar, no me controlo, tengo terror a quedarme en blanco; ¿dime qué es lo que puedo hacer?

Entender nuestros miedos es un paso más para poder superarlos—le conté—, el miedo es un mecanismo natural de defensa que nos ha permitido desde nuestros orígenes responder a situaciones adversas con rapidez y eficacia. Desde nuestros ancestros, al sentir esta sensación sufrimos en nuestro cuerpo una descarga de adrenalina que aumenta la presión sanguínea, los músculos se fortalecen y nos preparamos para correr y escaparnos. Quizás esta reacción fisiológica nos pueda ayudar a ser más ágiles y sobrevivir ante un animal salvaje, pero desde luego no sirve de mucho cuando nuestra realidad se trata de ponernos delante de un auditorio que no suele ser hostil al ponente.

El miedo a hablar en público se suele producir por tres razones; la primera y la más difícil de superar: por la falta de conocimiento sobre el contenido de nuestra exposición; la segunda: por la falta de ejercicio y práctica (de ahí la importancia de empezar a trabajar nuestra habilidad cuanto antes); y la tercera  por la falta de confianza en nosotros mismos.

—No tengo ninguna duda que la mejor manera de superar tus miedos es enfrentándote a ellos —le dije intentando tranquilizarle— hay varias técnicas que he aprendido con la práctica y que te pueden ayudar.

Si dominas el contenido de tu presentación, las posibilidades de quedarte en blanco se minimizan; si has trabajado y ensayado tu intervención con tiempo y de forma rigurosa (en voz alta y frente a un espejo si es preciso), serás capaz de interiorizar totalmente tu discurso y lograrás así tener más confianza en ti mismo y disminuir tu grado de ansiedad.

 No confundas preparar una presentación con elaborar un bonito “PowerPoint”—le comenté— es mucho más que eso:  es tener totalmente interiorizado tu mensaje y transmitirlo con emoción. La gente no va a ver las diapositivas que has preparado, va a escuchar lo que tienes que decirles.

Afronta tus miedos y no los alimentes —le recomendé—, antes de cada exposición procura relajarte; repasa mentalmente (en tan solo un minuto) el objetivo y el esquema de temas que vas a tratar; no te pierdas en los papeles; no te muevas de un lugar a otro alimentando tu nerviosismo; y trata de llegar con tiempo para recibir a los asistentes. Ten todos los medios técnicos suficientemente probados (suelen fallar); respira pausadamente; haz silencios que te ayuden a concentrarte; memoriza y practica hasta la saciedad tus primeros minutos de exposición (en el coche, en el metro, en la ducha); lleva claramente definido el objetivo de tu intervención y piensa las preguntas que quieres responder con tu charla. Toma conciencia de tus miedos, pero no los alimentes.

 —Sé valiente —le dije— todos sentimos algo de nerviosismo delante de un nutrido grupo de gente antes de comenzar una presentación, pienso que es incluso saludable; créeme también, que al menos que sea muy exagerado, el miedo que sientes no se suele notar; piensa además que lo normal es que la gente que está ahí sea para escucharte, no para criticarte.

 —Gracias —me dijo antes de meterse en su oficina—, lo pondré en práctica y te contaré como me ha ido.

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3 comentarios en “El miedo a hablar en público. Cómo superarlo.

  1. Los nervios y el miedo nunca se pueden eliminar pero si se pueden controlar, lo que se debe hacer es pasar de el descontrol al control total, convirtiendo esa debilidad en OPORTUNIDAD empleando los nervios como un mecanismo para estar en ESTADO DE ALERTA pasando de tener mariposas en el estomago a unas mariposas volando en formación hacia un objetivo, el estado de alerta nos vuelve más sensibles a lo que ocurre en el auditorio.

    • Hola Jonathan:

      Estoy de acuerdo con tu comentario; me gusta la metáfora de las mariposas volando en formación hacia un objetivo.

      Un cierto grado de tensión es bueno para hacer que tu presentación sea eficaz; es como el agua para la vida: poca la acaba matando y mucha la termina ahogando.

      Te mando un cordial saludo.

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